GUINEA. Capítulo 12 «Yo nunca…»

Escribir como si fuera un diario los 21 días que estuvimos allí no era mi intención en absoluto, ya que contar lo que pasaba cada uno de ellos me parece un poco locura para quien lo esté leyendo. Pero la verdad es que si en algunas cosas conseguimos establecer una rutina, en otras cada día era una aventura. Y dejar de contarlas sería dejar de lado la esencia de lo que fue ese año el voluntariado; la espontaneidad y sorpresa que hacía cada día diferente del anterior. Como dice Piru “todos los días, cuando me levantaba, tenía claro cómo empezaba el día pero no tenía ni idea de cómo iba a acabar”. Así que es probable que me extienda bastante contando con todo el detalle que recuerdo porque también es motivo y explicación de lo que nos formaba como grupo, nos hacía disfrutar como lo hacíamos y dejó el poso que dejó en todos nosotros…

A diferencia del año anterior, el primer día fue más tranquilo y nos sirvió a todos de “reconocimiento” y organización, puesto que los niños todavía no habían terminado de matricularse y por lo tanto no tenían clase.

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A las 6.30 de la mañana, los profesores del colegio ofrecieron una misa de bienvenida por nosotros. Desayunamos y aprovechando que en esta ocasión teníamos tiempo para hacer las cosas bien, Jaime se fue con un grupito al Consulado de Bata con los pasaportes de todos para registrar nuestra llegada. Y yo me quedé con el resto en el colegio, jugando con los niños, cogiendo los libros que necesitaríamos y empezando a preparar clases, pero sobre todo viviendo dos MOMENTAZOS!!

El primero fue el reparto de vestidos. Aurora llevaba en su mochila un montón de vestidos que su madre y sus amigas habían cosido para todas las niñas del colegio, incluidas nosotras!! Así que lo vimos claro; era la ocasión perfecta. Alguna de las niñas hasta se ponían uno encima de otro para poder llevarse varios vestidos. Era divertidísimo verlas tan presumidas, eligiendo, probándose y posando para nuestras fotos como si fueran modelos, tan contentas!!

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Y el segundo fue el re-descubrimiento de la biblioteca!! Quien haya leído capítulos anteriores sabrá que era una habitación que me obsesionaba y “perturbaba” desde mi primera visita al colegio… Ese día, intentando localizar a todos mis “niños” (=voluntarios) entré buscando a Isa y Miguel y descubrí el paraíso, o el infierno, según quién lo cuente y el momento en el que estén pensando!!

La famosa biblioteca ya tenía estanterías!!!! Aunque dudo mucho que alguien se hubiera planteado cuál era su función, puesto que la mayoría de los libros estaban por el suelo o  tirados en los estantes como si hubieran servido de arma arrojadiza para alguien. Obviamente a mí, que en ocasiones me vuelvo un poco TOC (trastorno obsesivo-compulsivo), se me dispararon todas las alarmas en el cerebro y SUPE cuál iba a ser mi ocupación de cada tarde mientras el resto estaba en sus talleres…

Después de comer, nos sentamos todos en nuestra nueva sala de reuniones (en la que por supuesto ya había pegado los carteles que hicimos en la jornada de formación y la lista de compromisos que teníamos cada uno) y nos pusimos a repartir alumnos, profesores y clases, con ataques de risa causados por alguno de los nombres y apellidos.

Ya con la distribución hecha, algunos aprovecharon para ducharse, otros para marcar territorio colgando de los árboles más cercanos la bandera de su ciudad, y otros nos sentamos a cantar alrededor de Paloma, que sacó por primera vez su guitarra y el cancionero, convirtiendo esos momentos en algo adictivo y que no puede faltar en cualquiera de nuestras reuniones. Los niños del cole, que no tenían permitida la entrada en el internado ni en nuestras habitaciones, se encaramaban a la ventana para poder disfrutar con nosotros.

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Más tarde, nos subimos todos a la que ya se había convertido en nuestra Pick Up (la accidentada del año anterior y que tantos disgustos y gastos nos había supuesto) y pusimos dirección a Bata, para dar una primera vuelta y conocer sus calles, la catedral, el mercado, el paseo marítimo… y acabar tomando una cervecita de bienvenida en el centro cultural español donde según Jaime se tomó la 4ª o 5ª cerveza de su vida, para risas e incredulidad de todos. Unas cuantas batallitas después, Pepe, Paloma y yo (el grupo de los lunes – otra de las novedades de este año es que nos habíamos dividido en grupos de 3, formados siempre por 2 chicas y 1 chico, para absolutamente todo) nos subimos al colegio a preparar la cena.

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También nos tocaba recoger, y mientras fregaba uno de los vasos lo partí y me corté en la mano. Menos mal que estaba nuestra super enfermera Isa, y mi salvadora en ese momento (como en muchos otros que ya iré contando), para curarme la mini herida bastante rápido y ejercer como tal por primera de muchas veces ese verano, porque yo con la sangre unida a la sensación de dolor (mía o ajenas) me voy redonda al suelo… Y parece ser que este año, en vez de acaparar Jaime todas las heridas (en su caso siempre simétricas), era yo la que no empezaba con tan buen pie.

Para acabar el día, jugamos un rato al psicólogo (víctima: Piru), a la gamba, a la caja… y como no podía ser de otra forma, acabamos Jaime y yo haciendo horarios de madrugada!!! Aunque tengo que reconocer que para mi asombro, esta vez el niño había ido bastante preparado (hasta con su ordenador!!) y lo hizo casi todo él mientras yo luchaba contra todas mis nuevas picaduras y los mosquitos que se empeñaban en marcarme de cerca desde el primer día.

El martes ya nos tocaba empezar con las clases. Así que desayunamos (todavía sentados como queríamos porque no habíamos hecho reparto de sitios), cogimos nuestros libros y nos preparamos para formar.

Este año cambié mis clases de 2º de ESBA por 4º y 5º de primaria, que me resultaron mucho más asequibles y en las que pude aportar y disfrutar mucho más.

Hicimos un primer tanteo de nivel, vimos los que habían estado dando a lo largo del año, qué cosas llevaban peor… repartimos tutorías y hablamos de los talleres que empezarían esa tarde.

A media mañana hicimos la primera reunión de profesores, sentados en los bancos colocados en forma de semicírculo que ya ejercieron como “claustro” el año anterior, para poner en común las primeras impresiones y luego continuamos con la jornada.

Después de comer, pusimos en marcha los talleres.

Este era otro de los cambios “personales” que me había propuesto con respecto al año anterior. No quería involucrarme en un único taller, sino aprovechar esos ratos para organización general, para hacer vídeo y fotos, ayudar dónde hiciera más falta… Así que el primer ratito lo dediqué a poner orden en el comedor del internado y asignar un sitio en la mesa a cada profesor para que colocara sus libros y materiales. Luego me di una vuelta por los talleres; vi a Aurora, Ramiro y Paloma, guitarra en mano, empezando a ensayar “Color Esperanza” y “No dudaría”, a Claudia, Mapi, Abir y Diego sacar bancos al patio y ponerse a pintar con los niños y a hacer pulseritas, a Isa y Lidia pintando caras… y a Pablo, Pepe y Miguel jugar al fútbol.

Piru y yo, por nuestra parte, hicimos nuestra primera “incursión” en la biblioteca y decidimos ponernos a ordenarla mientras nos contábamos nuestras vidas, convirtiendo esos ratitos en un espacio obligado cada día para nosotras. Más tarde se unió Isa, y con los días fuimos involucrando a todos de una manera u otra…

Nuestro método no era ni el más rápido ni el más eficiente, así que después de haberlo comentado en más de una comida siendo conscientes de que no terminaríamos en el tiempo que íbamos a estar allí, Jaime decidió aprovechar los castigos mañaneros de algunos de los niños para ayudarnos y acelerar el proceso!! Así, entre niños y voluntarios sacamos TODOS los libros de la biblioteca y empezamos a ordenarlos por asignaturas en otro cuarto… (pero esta es una historia que comenzó aquel primer día de talleres y estuvo presente durante las 3 semanas de voluntariado, así que seguiré contando los avances en próximos capítulos).

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Esa noche, después de cenar, aprovechamos un ratito de electricidad y nos pusimos en nuestro comedor/sala de estudio y reuniones a preparar clases y tutorías para el resto de la semana…

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Nuestro tercer día en el colegio empezó a transcurrir con más normalidad. Cada uno nos íbamos adaptando a nuestras clases, ya conocíamos más a los niños, los horarios, el cole… Teníamos más ideas para los talleres… Sabíamos quién tenía las llaves de las habitaciones y de la biblioteca, y quién las había vuelto a perder. Empezábamos a conocer las pesadillas nocturnas de Piru, y los temas que generaban más debate entre todos…

Pero esa tarde tuvimos una nueva incorporación al grupo!! ÁFRICA!! Una ardilla mini que le habían regalado a Abir y que pasó a ser “la mimada” de muchos (y por la que llegué a tener celos, lo reconozco, jajaja). Le construyeron su casita, le daban de comer, siempre la llevaba algún encima… Lidia y Paloma la tenían en su cabeza o recorriendo sus brazos incluso durante las clases!!

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Y por la noche nos fuimos a tomar algo al Centro Cultural Español (menos Claudia, Aurora y Miguel que era a quiénes tocaba cocinar aquél día). Lo que empezó siendo “tomar unas cerves” acabó en un Yo Nunca bañado en tequilas.

Un Yo Nunca conflictivo para Jaime y para mí, que sacó a la luz cotilleos del verano anterior, y que provocó que más tarde saliera entre conversaciones de las niñas el famoso CLICK. Piru acabó escuchando confesiones con las que no contaba en el baño. Un grupito nos escondimos detrás de la pick up, todavía no sé muy bien con qué intención (ya me ni me acordaba y me lo contaron ayer)… y lo más disparatado de todo: Diego y Pablo saltaron de la Pick Up en marcha cuando volvíamos hacia el colegio, con un brazo roto como consecuencia, muchas risas, gritos, un vídeo como prueba de la locura/rebeldía de mis nuevos niños (con el ejemplo en casa… no se de qué me sorprendía!) y cánticos posteriores sobre qué cubría el seguro!!!

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Una noche MUY, MUY completa que acabó con enfado (razonable) de quiénes nos esperaban en el colegio y tuvieron que soportar nuestra hiperactividad y tontería al llegar.