Guinea 2012+1
A finales del 2013, cuando hice mi famoso “Top Ten”, expliqué porque describo ese año así. Y no es porque yo sea supersticiosa, sino porque como escribí en aquella ocasión “no me implica solo a mí, sino a alguien que sí es supersticioso y por eso lo voy a respetar. Y además, porque realmente lo entiendo así. Guinea 2012 fue espectacular. Una experiencia absolutamente enriquecedora de la que aprendí una barbaridad sobre otras realidades, sobre el trabajo en equipo y sobre mí misma. Y encima volví cargada de ilusión y de nuevos amigos. Y este año, a esa experiencia espectacular le sumo 1. Porque es UN AÑO MÁS, en todos los sentidos.”
Mientras para los 14 nuevos voluntarios ésta era su primera experiencia, para mí ya era la tercera. Por ese motivo, el día 29 de junio de 2013, mientras ellos iban llegando progresivamente a Madrid y se iban alojando en el hotel en el que pasarían la primera noche de su gran aventura, yo todavía no tenía ni la mochila preparada!!
Como parte de la transformación de la que he hablado en otros capítulos, había pasado de ser casi enfermizamente organizada, a dejarme llevar y vivir en cada momento lo que correspondía, sin prisas, nervios ni agobio. PERO, sin embargo, había aprendido a no pensar sólo en mí misma, sino a hacerlo “mínimo” por dos! Cómo no, Jaime había preparado su mochila con más prisas aún que yo, un par de horas antes de que saliese su avión, lo cual me obligó a mí a llevar todo lo que él se había dejado en tierra: toalla x2, pilas, relec x2, almohada (aunque me quedé tan contenta dándole la del avión porque no estaba dispuesta a cargar con más…)
“Mis nuevos niños” se habían preparado un buen festín de cena (empanada gallega, queso, pan tumaca, vinito…) y le habían hecho a Ramiro una pancarta de felicitación por su cumpleaños, que era al día siguiente, que se mantuvo colgada en su cama de Guinea todo el mes. Esperaron a que Piru y Pepe llegaran de Palma, y luego los chicos continuaron de jarana para mi sorpresa, que leía sus mensajes de whatsapp y recibía las fotos de madrugada mientras preparaba mis cosas y el resto dormía.
Ya por la mañana, un poco más nerviosa (o más correctamente, “emocionada”) me pasaron a buscar los padres de Aurora. Nosotras ya nos conocíamos, porque su hermana Belén había venido como voluntaria el año anterior y a raíz de las visitas a Sevilla, habíamos tenido la ocasión de compartir algún rato más que el resto. También conocía de antes a Isa, por el mismo motivo que a Aurora, su hermana María también había venido el año anterior. Y ella precisamente fue nuestra siguiente okupa en el coche, a quién pasamos a recoger por Moncloa a la vez que a Diego.
Los 4 juntos llegamos más tarde que los demás al aeropuerto y descubrimos al resto del grupo haciendo intercambio de material, de maleta en maleta, puesto que la de Mapi pesaba nada más y nada menos que 43kg. Claudia mientras tanto y para amenizar el rato, se debatía entre repartir tarta de Santiago como desayuno y hacer fotos a todo (de una forma bastante compulsiva).
María decidió empezar bien el viaje manchándose de café. A Ramiro le hice entrega de una banda naranja bien cantosa, para que todo el que le viera supiera que cumplía años, y con las mismas nos dispusimos a facturar. Y ya en la puerta de embarque nos esperaba Miguel, que había llegado directamente desde Valencia.
El primer vuelo, Madrid-Malabo, transcurrió entre cotilleos, preguntas, historias sobre los congresos LQDVI y la Fundación (que era lo que nos unía a todos), crucigramas, siestecitas, y la segunda mancha de María que le hizo ganarse el apodo de “manchitas”. Una vez en Malabo, tras pasar los correspondientes trámites aduaneros y recoger las maletas, Miguel nos invitó a todos a bebidas para sobrellevar el rato de 3h que nos esperaba hasta el siguiente vuelo. Después de IGNORAR absolutamente mis “consejos” (pronto empezaban), los chicos decidieron ponerse a hacer fotos delante del aeropuerto, a carteles de Obiang, y a una reliquia de avión que hay fuera, no se sabe si como escultura o porque un día se estrelló y nadie se preocupó de quitarlo de ahí (me lo creería).
Más tarde, sentados en la puerta de embarque, descubrimos la peculiar “habilidad” de Aurora con sus dedos meñiques y algunos juegos de palabras interesantes (diecisiete deshicieseis).
El siguiente vuelo fue más monótono para la mayoría del grupo, que según se sentó, ya rodeados de locales, cayeron en un profundo sueño. Paloma, Piru y yo, sin embargo, no dejamos de hablar como locas sobre temas “sentimentales” que nos hicieron mucha gracia y dieron juego a lo largo de muuuuucho tiempo.
Ya en Bata, Jaime nos esperaba junto a Venancio para llevarnos al colegio. Este año, aprendida la lección, en vez de meternos todos en una única furgoneta nos repartimos en 3 coches conducidos por algunos de los profesores.
Dirección “Colombo”. Barrio de Nsuemang. El colegio Padre Luis Monti… una vez más, se abría paso delante de mí. Un lugar en el que me llegué a sentir EN CASA!
Este año repartimos las habitaciones de manera que todas las niñas dormíamos en una habitación y todos los niños en otra (a excepción de Jaime que por supuesto tenía reservada su suite).
Nos pusimos manos a la obra a colocar nuestras maletas y mosquiteras. Y como la mía no era tan grande como creía, o no la supe colocar bien, Mapi me cambió la cama de manera que acabé durmiendo en mitad de la habitación, rodeada por todas partes… Más feliz que una perdiz, en medio del meollo.
Algunas se dieron su primera ducha y otros fuimos subiendo al comedor. Cenamos pescado, plátano frito, yuca, y una piña que misteriosamente… ¡¡Picaba!!
Los voluntarios pasaron un rato viendo la final de la copa de federaciones, mientras Jaime y yo nos poníamos al día de cosas importantes y decisiones personales, y empezábamos a hacer planes para el mes que pasaríamos en Guinea.
Aquella noche nos fuimos pronto a dormir. Ellos con las emociones ya a flor de piel, cuando (como describe Paloma en su diario) “los frontales y el relec nos parecían algo nuevo”.
Yo disfrutando de volver a estar allí.