Volver de HAITÍ

ELLA. Superwoman.

Esa es la conclusión de un viaje que empezó como un desahogo entre amigas. ¡Ojalá de todas nuestras conversaciones salgan siempre ideas tan buenas!

Antes de poner mi sangre a disposición de todos los mosquitos de República Dominicana, ya sabía que elegiste un camino distinto, y a veces incluso difícil de entender para quiénes no lo viven tan de cerca como nosotras.
Conocía tus miedos, tus momentos de inseguridad, las caras de esos niños y mujeres que tanto te importan y hacen que todo valga la pena. Conocía las playas paradisíacas con las que intentabas tentarnos para ir a visitarte, conocía tus ganas de aprender y hacer las cosas cada vez mejor, y los nombres de algunas de las personas que te han acompañado y acompañan en tu día a día.
Conocía un proyecto «contado» entre distintos, mordidas, tardes en la piscina, fiestas y, especialmente, en millones de notas de audio.

Pero lo que he visto durante 10 días entre República Dominicana y Haití es una amiga completamente nueva y fascinante. Mucho más profunda, valiente y FUERTE de lo que tenía en mi cabeza. Fuerte, en todos los sentidos… porque llevarnos a la vez a tus dos gordis contigo en moto… pero eso es otro capítulo.

Así que empiezo por el principio.

Hace unos meses, después de llevar hablando 1.30h por videollamada y haber visto cómo Romi recorría todo Haití andando, surgió la pregunta de «Y tú qué plan de vacaciones tienes este año? Ninguno, y tú? Tampoco! Pues podías mirar billetes y venirte unos días…»
Dicho y hecho. No sin antes contárselo a mi fiel compañera de viajes, otra Superwoman (que ni siquiera sabe que lo es).

4 años después de haberse instalado allí, lo consiguió.
Así que el 10 de septiembre Jess y yo pusimos rumbo a Santo Domingo, donde Edwin nos esperaba para llevarnos a su encuentro.

No voy a contar mucho del viaje porque tiene que ver con otro blog que está «en camino». Lo que sí voy a contar es que después de unos días de más tranquilidad y disfrute, nos subimos a una guagua para hacer un viaje de 7 horas entre Santo Domingo y Pedernales (frontera con Haití).
Jess iba en el asiento de atrás, leyendo sobre la historia de Haití y buscando respuesta a nuestras infinitas preguntas sobre un conflicto que nos cuesta entender.
Romi y yo delante, hablando* sin descanso.
(*voy a hacer una aclaración antes de seguir. En este grupo tenemos un «problemita» con la manera de hablar… Las 3 lo hacemos muchísimo, por lo que normalmente tenemos que hacer turnos de palabra. Sí, no os riáis, es así. Pero en un viaje de 10 días, eso se complica. Por lo que en esta ocasión hemos tenido que adaptarnos, y descubrir que la que menos habla, sin duda, soy yo. Así que cuando digo que en ese viaje Romi y yo íbamos hablando sin descanso, quiere decir LITERALMENTE sin descanso porque tenía que aprovechar!!! jajaja).

7 horas en las que se repitieron temas que ya habíamos hablado, otros que se desarrollaban más, preocupaciones y consejos… pero especialmente, me sirvieron para escuchar de su protagonista historias que le partirían el alma a cualquiera. Fui conociendo la dureza del día a día que viven las personas para quiénes Romi creó FLORES DE KISKEYA. Historias que ella vive de primera mano y en las que a veces le toca tomar un rol que en otras circunstancias nunca hubiera elegido.
Ahí empecé a darme cuenta de que, por muchas veces que hubiéramos hablado antes, hasta que no estás «allí» no eres consciente de la auténtica realidad que vive. Ni siquiera dedicándonos a lo mismo y entendiendo un mundo distinto como el que las 3 hemos elegido.

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En Pedernales conocimos la parte «cómoda» de la vida de Romi. Una casita que es una monada, al lado de un mar tan turquesa que te quita el hipo.

Pero también nos acercamos a un lugar en el que la inseguridad pasea por la playa y el tono de piel no sólo importa entre negros y blancos.

Una recta separa Pedernales de Haití. El cauce de un río seco lleno de grandes piedras, vallado y vigilado a ambos lados. Una frontera que se puede cruzar en moto si quién la conduce es una rubia dulce y monísima con sus gafas de espejo y su vestido largo, que se transforma en todopoderosa, a quién ya nadie engaña ni frena.

Haití es otro mundo. La parte castigada de la isla caribeña «La Española». De repente todo cambia; el paisaje seco, el idioma, las calles sin asfaltar, las casas sin terminar acogiendo a familias enteras, la comida… las miradas!
Y es ahí cuando veo a esa nueva Romi.
ELLA, Superwoman.

Sentadas en la terraza de Amena, su mano derecha en FLORES DE KISKEYA, a oscuras porque a las 7 de la tarde ya se ha ido el sol y no hay electricidad, rodeadas de niños tocándonos el pelo y haciéndonos trenzas, acribilladas por los mosquitos, sudando como pollos y después de pasear con sus «amores» Johnny y Jorey, oigo a Romi mantener una conversación fluida sobre el vudú y pienso «¿Cuándo aprendiste a hablar creole?».

Creo que desde ese momento nunca más pude ni podré mirarte con los mismos ojos…
Me recuerdo andando contigo por allí, con lagrimones en los ojos (de la emoción) mientras hablabas. O mirándote fascinada mientras tenías a un niño en brazos, hablabas con Amena y con el otro brazo me curabas a mí la pierna.

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Desde aquí, desde nuestras casas o desde los eventos que organiza FLORES DE KISKEYA, es muy fácil hablar sobre los proyectos, el país, si está bien o mal lo que hace, cómo lo hace o quién lo hace, si seríamos capaces o no de hacerlo nosotros, y de tantas otras cosas.

Pero pasear por Haití es entender que TODO es difícil. La temperatura, el relieve, la comida, el idioma, la religión y costumbres, las relaciones, la cultura… No se trata solo de la pobreza del país. Se trata de cruzar todos los días una frontera con los riesgos que eso conlleva. Ser mujer y luchar por sacar adelante a mujeres, un género que ni siquiera en países más desarrollados es todavía tenido en cuenta o valorado. Tomar decisiones y pensar en futuro por otros. Sufrir cada vez que suena el teléfono desde el otro lado de la frontera porque los enfrentamientos salpican a tus compañeros de vida. Estar pendiente del clima rezando porque no llegue una nueva bofetada al país! Estar lejos de tu familia y amigos. Vivir a un ritmo que no es el que marca tu propio tiempo. Ver sin entender tantas cosas…

Probablemente te queden miles de cosas por aprender y hacer mejor. Momentos malos y duros que vivir, y otros muchos muy buenos.
Y el proyecto tiene muchísimo que crecer, en tus manos y en las de todas las personas que forman FLORES DE KISKEYA, desde las propias mujeres, hasta los voluntarios que se suman cada día desde aquí.

Pero la realidad es que HOY tú sigues allí. Sigues allí, y sigues sonriendo e imaginando.
Y yo te miro con un nuevo respeto y orgullo!!!

Gracias por dejarme compartir esto contigo… espero poder seguir ayudándote y acompañándote aunque sea desde la distancia.

Y mención especial a JESS.
Otra Superwoman.

Tan humilde que probablemente estará pensando que porqué le menciono en este blog.
Lo hago porque también eres protagonista de esta historia, aunque siempre des prioridad a los demás y te quedes en un costado, sin reclamar tu importancia.
Detallista, generosa e INCONDICIONAL. Luchando también por cumplir tus sueños e ideales, mientras cuidas de quiénes te rodean y no dejas de apoyar nuestros proyectos como si también fuesen tuyos y acompañarnos siempre que puedes y lo necesitamos.

No es necesario estar en terreno para generar tanto respeto y orgullo. Hay muchas otras formas de ganárselo, y tú sin duda tienes los míos.
FLORES DE KISKEYA también te debe mucho a ti. No lo olvidéis nunca ninguna de las dos.

Han sido 10 días inolvidables. Os quiero!!!
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2 comentarios sobre “Volver de HAITÍ

  1. Que palabras tan bonitas Ale. Que suerte conocerte y conoceros. Me dais fuerza para vivir en este loco mundo con el que me peleo todos los días. Demasiado egoísmo y demasiadas injusticias. Sois unas valientes.
    Un besito para las tres.

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