Por fin se hacía realidad.
Jaime cogió su vuelo el día 2 de septiembre de 2011 y Jess y yo el día 5. Nerviosas en Barajas y cargando con nuestras mochilas tuvimos que lidiar con una azafata que quiso marearnos y primero nos exigió embalar una guitarra que el Padre Willy nos había pedido que lleváramos para después decirnos que no podíamos facturar así porque era un instrumento musical.
Pasados los trámites de aeropuerto y la correspondiente foto recién sentadas en el avión, nos pusimos a hablar las siguientes… 5 horas! Y no es exageración. Quien nos conozca debería saber ya a estas alturas que Jess y yo somos capaces de hablar sin descanso durante un viaje de 12 horas en coche y todavía tener cosas interesantes que contarnos.
Hasta aterrizar en Malabo, antiguamente conocido como Santa Isabel, capital del país situada en la isla de Bioko. Una vez allí tuvimos que pasar la aduana; enseñar los visados, responder a preguntas, dejar nuestras huellas dactilares y hacernos una foto (para la que Jess no pudo dejar de sonreír pese a la molestia que eso pareció causarle al aduanero ecuatoguineano).
Sonia, una amiga del Padre Willy, nos esperaba para acompañarnos a pasar los últimos controles y llevarnos a una residencia en la que pasaríamos la noche. A mí todavía me quedaban ganas de hablar, pero Jess se quedó dormida y no me quedó más remedio que hacer lo mismo. Hasta las 6 de la mañana, momento en que no pudimos dormir más y nos levantamos, a pesar de que hasta las 7.30 no pasaban a buscarnos.
Dimos una vuelta por la zona y esperamos otra vez a Sonia, que nos volvía a llevar al aeropuerto para coger el siguiente vuelo. Y finalmente llegamos al aeropuerto de Bata!! El lugar más caótico y desesperante que he visto en mi vida… Aunque en ese primer momento no fuimos tan conscientes como lo seríamos en el viaje de vuelta.
Jaime nos esperaba con Venancio, profesor del colegio y gran amigo del Padre Willy, y ambos nos llevaron a dar una vuelta en coche rodeando el río Utonde mientras nos contaban lo que habían hecho esos días. Notar el airecito entrando por la ventana era una gozada ahora que el calor empezaba a notarse con más intensidad, y especialmente en el flequillo que ya estaba completamente pegado a mi frente. Pese a las advertencias de Venancio, Jaime acabó bañándose en el río mientras yo hacía fotos a todo lo que me rodeaba y Jess empezaba a integrarse en el país, conociendo a un vecino que le invitaría a un coco.
La verdad es que nos moríamos de hambre y estábamos locas por “desayunar”, pero Venancio nos explicó que ir a un restaurante estaba mal visto: en el caso de las mujeres porque se les considera unas vagas que no quieren cocinar, y en el de los hombres porque significa que son unos uraños que no quieren compartir su comida con los demás. Así que nos llevó a conocer su casa, donde su sobrina Leticia nos preparó algo para comer.
Después de la visita ponemos rumbo al colegio, que pasaría a ser nuestra casa desde ese mismo día (y para mí durante varios años). El famoso PADRE LUIS MONTI, situado en lo alto del barrio de Nsuemang, aparece por fin ante nosotras. Y los chicos ejercen de anfitriones, haciéndonos caer en la primera de las bromas que, por lo menos yo, protagonizaría en esos días.
Jaime había preparado en una habitación muy grande un par de palets con sus correspondientes almohadas, que supuestamente serían nuestras camas. Inocente de mí no quise decir nada porque me pareció que había que adaptarse a todo, y si esa iba a ser nuestra habitación, pues me iba a encantar. Después nos indicó el baño al que teníamos que salir en caso de necesidad (que estaba fuera del edificio). Y por último nos enseñó su habitación, estupenda con su camita, mosquitera, baño dentro… Momento en el que, obviamente, perdió credibilidad la broma!!!
Tras conocer nuestra verdadera habitación en la que dormiríamos las dos, pero como separada en dos zonas distintas, y también con nuestro baño dentro, colgamos nuestras mosquiteras como pudimos, fuimos a por agua al pozo, nos instalamos, y nos fuimos a dar una vuelta por el colegio.
Vemos las aulas (casi vacías ya que justo esos días estaban empezando las clases y todavía faltaba mucha gente), el internado nuevo recién construido, los baños, puestecitos montados dentro de cole en los que se venden chucherías (y calcio en piedra, que también se come), y finalmente lo que acabaría por convertirse en mi obsesión con el paso del tiempo: la biblioteca, o más bien, una sala LLENA de libros tirados por el suelo que reciben como donación y que nadie usa puesto que es tal la cantidad que no saben ni lo que tienen.
Después de conocer a muchos de los Hermanos que viven allí y a profesores del colegio, comemos con ellos y Jess y Jaime deciden echarse la siesta. Pero yo me salgo al porche y me siento en una barandilla de piedra (lugar que al que también le cogería un especial cariño) a leer mientras no perdía detalle de lo que pasaba a mi alrededor; una chica que me cuenta que se va a ir a Congo a estudiar psicología, niños que vienen a recoger sus uniformes, y sobre todo, el Hermano Estanislao (médico) empeñado en enseñarme su despacho o almacén a pesar de que éramos incapaces de comunicarnos el uno con el otro (sólo hablaba francés).
Más tarde nos vamos los 3 a conocer Bata. Bajamos hasta el paseo marítimo andando y haciendo fotos, pasamos a ver la Catedral, por un puesto en el que Jaime quiere comprar pulseras de pelo de elefante, Jess se come un helado (primer error!!), compramos tarjetas de teléfono para poder llamar a María y contarle todo, y volvemos por otro sitio porque (lección del día) es mejor no repetir el camino andado.
Después de cenar hablamos con el Padre Willy y nos reunimos los 3 para empezar a plantear cómo tendría que ser el campamento, ya con un calendario delante.
A las 10.30 retirada: nos vamos a nuestro cuarto y empieza la aventura del baño, comunicado con el de Jaime por la parte de arriba y a oscuras. Esa noche descubrí lo importantes que pasarían a ser el RELEC (antimosquitos) y el FRONTAL (linterna). Y esta parte la copio tal cual de lo que escribí esos días porque me parece que no tiene desperdicio: “persigo a una cucaracha gigante con la linterna, pero como no la pillo me rindo y me meto en la cama después de engancharme en la mosquitera con las orquillas. SOBRE la cama más bien; con este calor y el gallo que no se calla, no va a haber quien duerma!”
Esto fue sólo el primer día y lo he contado con mucho más detalle de lo que contaré el resto, pero me parece fundamental resaltar todas las cosas significativas, importantes o que se repetirían en todas las ocasiones que estuve en Guinea que aparecieron en UN SOLO DÍA: Relec, frontal, mosquitera, cucarachas, broma, no repetir un camino ya andado, paseo marítimo, helado, biblioteca, calor…
CONTINUARÁ… (Si Mapi, continúo!!)