«La Etiopía de los ángeles y los camellos» Por Jéssica Hernández = Gentinosina

Desde que volvimos de Etiopía, hace un par de semanas, son muchos los que me han preguntado por el viaje. Y como soy de tendencia habladora, yo cuento y cuento y cuento… Pero creo que no hay mejor versión que la escrita por alguien que, a pesar de no haber tomado nota de las anécdotas porque eso ya me lo dejaba a mí, tiene una capacidad de hacer la pregunta correcta alucinante, de empaparse de todo lo que le rodea y de expresarlo de una manera mitad profesional, mitad sentimental que no deja ni un detalle en el tintero.

Así que GRACIAS Jess por regalarme un recuerdo más de este viaje tan divertido, y por compartirlo conmigo. Me ha REchiflado!! Y gracias a Paco y a Lucía obviamente, por acogernos con los brazos abiertos y enseñarnos todo lo mejor que dos hiperactivas habladoras permitían. =) (Y a Antonio claro, por unirse a la aventura y venir con nosotras ejerciendo de guardaespaldas, jiji).

LA ETIOPÍA DE LOS ÁNGELES Y LOS CAMELLOS

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«Paco es de esas personas que me cayó bien desde el primer momento, yo creía que era por ser del Atleti, pero luego descubrí que no, que principalmente me cae bien por ser él, auténtico como pocos. Luego conocí a Lucía: esa dulzura, su humor y nobleza… Me conquistó, pero sin duda me quedo con la Lucía que he conocido en Etiopía que a esas cualidades le suma: una extremada paciencia para lidiar con los etíopes, un don para resolver problemas burocráticos y ese grado de gentinosina que toda persona necesita para sobrevivir al tráfico (conductores y peatones) en Addis Ababa.

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Después de llevar un par de años amenazando con plantarnos en Etiopía, por fin estábamos allí, recorriendo las calles de la capital con Lucía y el siempre fiel Addis. Bole, Churchill, la plaza Meskel… esa plaza anárquica donde impera la ley de “maricón el último”. Los primeros días fuimos a mercadillos, disfrutamos de la música y el drama etíope y conocimos al resto de faranyis (extranjeros) y escuchamos sus historias a cada cual más interesantes: Chema, Almudena, Carmen, Fernando, Juana o Stephan. Conocimos a Lucy, el primer homínido que caminó erguido, que descansa en el Museo Nacional; hicimos compras en una asociación de mujeres con VIH que realizan bisutería con casquillos de balas: Impresionante!! Aprendimos nuestras primeras (y necesarias) palabras en Amárico: amesegnaleho (gracias), salam no (hola), yelem (no tengo / no hay), sente no? (¿Cuánto es?), busu (caro), tongoleña (*es un insulto que los españoles usamos demasiado)…

Más inmersas ya en la sociedad etíope seguimos nuestros intensos días con algún otro mercadillo, una misa en italiano y más música etíope. Ya era nuestro último día en Addis Ababa antes de irnos a Asayta, y antes de hacer la compra, pasamos por uno de los 14 hogares que tienen las sisters (las Misioneras de la Caridad) en Etiopía. Capítulo a parte merecerían ellas, por su impresionante labor, su gran sonrisa y amabilidad y por lo mucho que hacen por millones de personas en todo el mundo. Me quedo con una frase de Paco “sin ellas no habría podido hacer todo esto” y resulta que no solo le ayudaron con la ONG… también en su vida sentimental… ya que Paco y Lucía se conocieron un verano que ambos visitaron Etiopía como voluntarios. Una historia digna de sus protagonistas… pero aquí hemos venido a hablar de nuestro viaje.

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El domingo pusimos rumbo a Afar, bajo la amenaza de hacer solo una parada en 12 horas de trayecto. Creo que pasé unas 30 horas sin tomar nada líquido para no pecar… Un viaje muy interesante con el mejor guía. Reconozco que pensé: “anda que con lo poco que habla Paco…” Increíble, se transforma. Aún no habíamos salido de la capital y no faltaban las historias: de la sociedad etíope, de las construcciones gubernamentales, de las ONG que sacan tajada, de las que trabajan realmente por vocación… De 10, nuestro Paco. A pesar de tener un copiloto de atención dudosa, los tres estábamos expectantes con cada historia que nos contaba y preguntábamos y preguntábamos. De vez en cuando alguna crítica (constructiva) cuando sonaba alguna canción cantapena, hasta que Paco me cogió el aire y pasaba directamente las que creía que eran una mierda. Y entonces… reventón!!! Un poco de moreneo mientras cambiábamos la rueda y listo, de nuevo al camino. Sin darnos cuenta ya estábamos en la región de Afar. Llegamos a Asayta y nos acomodamos todos en la habitación del amor, como la llama Paco. Y tras la euforia de la llegada nos vamos a la cama. “¿Las 9 de la noche? Tardísimo!!” Mañana toca madrugón para ir al hospital que tenemos mucho curro.

La labor principal de la ONG Amigos de Silva en Etiopía se centra en el agua y la sanidad. Por un lado construye y rehabilita edificios del Hospital de Asayta y perfora y rehabilita pozos en la región desértica de Afar; por otro lado desarrolla un programa de nutrición y distribuye medicinas a los habitantes de Asayta y alrededores a través de un dispensario que ofrece las medicinas que no cubre el Gobierno. Nuestra labor principalmente era encargarnos del almacén de la comida de nutrición (faffa), empaquetarla y prepararla para su distribución. Nuestra rutina diaria era: Hospital desde las 7 de la mañana hasta el mediodía, sobre la 1 comida en el Hotel Basha por unos 30 birr (alrededor de 1,10€) y después de un ratito de lectura, una reparadora siesta (Antonio y Paco) y unos momentos de moreneo (Ale y yo) vuelta al Hospital a seguir con el trabajo. Eso sí, con muchas charlas trascendentales (educación, trabajo, etc.) e intrascendentes (El Príncipe, la Usta…) y karaoke hasta quedarnos casi sin voz.

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Y así día tras día entre juegos con Mohamed y su “misteriosa” desaparición, las visitas a Knebush, los desayunos de huevos con picantes, la misa en amárico, la estrella fugaz, la compañía de Isia, Gebre y Said, los atardeceres en el Basha, los espejismos del desierto, mi frustración por no vestir como una auténtica Afar, los nombres de Alemayehu, los paseos por el “barrio” con expectación de los locales y alguna que otra grabación y fotos robadas, tu persecución a los camellos, mi obsesión con hacer el ángel en las dunas, la cumbia norteña con Anchon en el patio del Hospital, sus planes para conquistar Somalia…

Y allí, en la región más calurosa del planeta, perfeccionamos nuestros conocimientos de la lengua local con términos imprescindibles en el desierto como uja cascasa (agua fría), mucat (calor), ballenat y sills (*mis comidas preferidas), dabo (pan) o malata (calvo). Sí, porque viene bien saber qué te dicen los niños cuando todo apunta a que es un insulto…

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En esos días nos acercamos también a poblados como Dupti, Semera, Afambo, Mille, Logia. Descubrimos algunos de los pozos que Amigos de Silva ha ido construyendo y saludamos a los nómadas Afar que habitan cerca de los pozos, porque para ellos el agua es vida y sus brújulas no marcan el Norte, sino el sitio del desierto más idóneo para que el ganado pueda pastar y beber.

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Y poco a poco fuimos descubriendo mejor a Paco, que tiene muchas buenas cualidades, pero sin duda la mejor de ellas es que “está ahí”, en un lugar que algunos denominan como “el último escalón antes del infierno”. Un tipo que no renuncia a sus ideales por complacer a los demás y mucho menos por aparentar o hacerse notar.

Él es como es y con mucho mérito: es auténtico. Como Etiopía, un país que nunca ha sido conquistado, uno de los países más pobres de África pero con una enorme riqueza: su gente.

Sé que nos ha quedado mucho por hacer pero está claro que nos volvimos con más cosas de las que llevamos: un montón de recuerdos imborrables, el redescubrimiento de un Paco y una Lucía más humanos y una mayor admiración por el trabajo de Amigos de Silva y su larga lista de voluntarios que repiten cada año… Y sobre ti, mi Jandri, me quedo con la reafirmación de una gran amistad, el feeling en nuestros viajes y ese pavo que tenemos juntas. Seguro que Paco descansó el día que nos vinimos pero no podrá negar que se echó sus buenas risas con nosotros. Ahora comprendo porqué todo el que va a Asayta, repite; porqué todo el que se acerca a la ONG queda “enganchado”. Así que disfruta de la tranquilidad, Paco, disfruta… porque amenazamos con volver…»

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