Guinea. Capítulo 5 «Formación y visados»

La jornada de formación corría al 80% por parte de Flor y Sonia. Ellas habían organizado una serie de dinámicas y actividades que nos impulsarían a conocernos más, crear un vínculo como equipo, perder vergüenzas y sobre todo, tener una idea y objetivo común que nos llevara después, una vez en terreno, a funcionar de la mejor forma posible.

La verdad… a Jaime y a mí nos daba una pereza terrible. Meternos un fin de semana entero en un albergue, con 14 desconocidos, y a hacer actividades rollo terapia de grupo en plan presentarse uno por uno… No nos apetecía nada a ninguno de los dos!!!

575108_10151823862620307_1889001141_n

Qué equivocados estábamos.

Nada más llegar, Mauri, ejerciendo como presidente de la Fundación que era por aquel entonces, y aprovechando que hubo algún rezagado que llegó bastante tarde (después de dar vueltas por el metro de Madrid, o por haber perdido el AVE en Sevilla), dio un speech sobre la importancia del tiempo y el respeto hacia los demás que me hubiera encantado grabar y utilizar con cierta frecuencia con algunas personas de mi vida…

Después, María dio la bienvenida a todos y cedió la palabra a Flor que pasó a presentarse, presentar a Sonia y a Alicia (compañera suya del trabajo, y amiga, que se encargaría de hacer fotos durante toda la jornada) y contarnos en qué iban a consistir esos dos días, animándonos después a presentarnos uno por uno.

El día empezó con juegos rápidos y se fue intensificando con las horas. A través de actividades como recorrer un camino con los ojos cerrados guiados por nuestra pareja, o formar un hexágono con un material que desconocíamos puesto que todos llevábamos los ojos cerrados en esa ocasión… pudimos poner a prueba nuestra capacidad de decisión, comunicación, trabajo en equipo, confianza, etc… Valorando después de cada una de las actividades cómo habíamos funcionado para poder aprender de errores y enfrentar mejor las siguientes.

Jornada de formacion

Descubrimos cosas interesantes que nos hicieron reflexionar, y ciertas actitudes en alguno de los voluntarios y en el grupo en general, que después se repetirían en Guinea.

Tengo que reconocer que no sólo me lo pasé genial y me dio mucho que pensar aquel día, sino que descubrí una complicidad con Jaime que no sabía que teníamos, una nueva amistad con Jesús, que resultó no ser nada desesperante como le había imaginado por teléfono, sino cariñoso, divertido y un gran apoyo, y a una Flor a la que admiro profundamente y tengo la suerte de seguir teniendo en mi vida.

Y no sólo yo. Recuerdo a Jaime salir en algún descanso a la terracita que había y en la que nos reuníamos todos juntos en el tiempo libre, diciendo que era la primera vez que trabajaba en grupo, puesto que estaba acostumbrado a hacerlo todo solo, y que lo estaba disfrutando y aprendiendo un montón.

Las fotos de Alicia nos sirvieron a última hora para descubrir cómo habíamos ido evolucionando, y cómo hasta nuestros gestos, posiciones, etc… lo demostraban!!

Por la noche, aunque en principio teníamos pensado quedarnos en el albergue y cenar los “pic-nic” que nos habían preparado (bolsitas con un par de bocadillos, botella de agua, zumo y una pieza de fruta), decidimos salir también a dar una vuelta. El paseo me costó sudar frío del miedo, puesto que para poder mover al grupo, primero tuvimos que ir a mi casa a buscar mi coche EN LA MOTO DE JAIME = miedo!!!!!!! Pánico mortal a las motos… Pero bueno, por lo menos se portó bien, no corrió y me fue hablando todo el camino.

Recogimos a los voluntarios en el albergue, nos repartimos en coches y pusimos rumbo al Templo de Debod, donde nos sentamos un rato con cervezas a descansar del día y conocernos un poco más.

templo-de-debod-cc-freakland

El día siguiente, después de recibir a Gabriela, Pati y Álvaro Torrente, que no habían podido venir el día anterior por compromisos importantes, corrió a nuestro cargo. Queríamos explicar lo que conocíamos de Guinea, responder a preguntas, firmar documentos, repartir horarios y clases, distribuirnos el material que íbamos a llevar en nuestras maletas, etc… Y acabamos escuchando a Jaime contar su “vuelta al mundo”, para asombro de muchos!!

Como hicimos el día que conocimos a Jesús, también aquel fin de semana lo acabamos con conversación de cotillas, opinando sobre todo y sobre todos, y en especial, con subidón y muy muy buenas sensaciones y ganas!!! Sólo faltaban 15 días para irnos, y desde ese momento todo empezaba a ir mucho más deprisa…

Pero SEGUÍAMOS SIN VISADOS!!

Creo que nadie que no viviera muy de cerca conmigo aquellos días podría entender, ni creer, lo difícil que fue conseguirlos. Al principio (3 meses antes, sin exagerar) le endosamos la tarea a Jaime. Yo recopilaba la documentación que me mandaban los voluntarios, la enviaba a Guinea para que el Padre Willy nos hiciera una invitación para entrar en el país, y mientras Jaime iba a la embajada día tras día a explicar el proyecto, cuántas personas nos íbamos, entregar todos los papeles, etc… Pasado un tiempo nos dimos cuenta de que algo no funcionaba porque el proceso no avanzaba. Alguno de los certificados penales de los voluntarios se hizo de rogar, lo mismo pasó con las pruebas del VIH que también nos pedían… pero cuando ya por fin lo tuvimos todo, la invitación no estaba bien hecha.

Todo esto con los billetes ya comprados. Los nuestros para finales de junio, el de Jaime para una semana antes.

Cada día era un problema nuevo y más absurdo que el anterior. Así que empezamos a sumarnos Jess y yo al proceso “embajada”. Le echamos horas, y horas, y más horas… allí sentaditas, esperando a que apareciera el famoso Cote que en un principio nos iba a ayudar… para desesperación de todos, sin conseguir nada. La verdad es que tengo que agradecer esas horas de compañía y de «aguante» estoico de Jess, que tuvo que soportar mis desatinos conduciendo, aparcando y despotricando en la oficina, la embajada, por teléfono… presa de la angustia y el hartazgo.

Como era de esperar, con semejante situación, Jaime perdió su primer vuelo. Tuvimos que comprar otro y pedir ayuda a todos los conocidos, no conocidos, enchufes, etc… que se nos ocurrían para ver si conseguíamos evitar perder el segundo billete.

Y tras mucho sufrir, el mismo día que volaba (a las 18.00h +o-) y dos días antes de lo que lo hacíamos el resto, con la idea de tener que suspender el voluntariado ya sobrevolando nuestras cabezas, y después de haber pasado toda la mañana en la embajada con un documento que supuestamente nos facilitaría el trámite, di con la persona indicada y gestionaron los 16 visados justo antes de cerrar.

Obviamente ya tenía multa del parquímetro, a pesar de que Jaime había venido a hacerme varias visitas a lo largo de la mañana, traer coca cola, y controlar mi coche. Pero no sería la única del día…

Habíamos quedado en que según me dieran los visados, yo VOLABA a su casa, le recogía y le llevaba al aeropuerto. Así que… dicho y hecho. Me subí al coche multado y cual hermana gemela de Fernando Alonso llegué a la Moraleja más rápido de lo que he conducido jamás. Es decir: segunda multa!!! Nunca llegué a confesárselo, pero para más inri me perdí creo que del puro nervio (ya que me sabía el camino perfectamente).

Me bajé del coche, se subió él en el asiento del conductor y yo en el del copiloto, y en ese momento nos convertimos en coche volador… Si lo anterior me había parecido rápido, esto era superar la velocidad de la luz.

Derrape incluido al llegar al aeropuerto, dejamos cruzado el coche en el aparcamiento, el resto de visados esparcidos por los asientos, y corrimos a la facturación que se cerraba en… 2 minutos!!!!!

Nunca he agradecido tanto su capacidad de camelarse a cualquiera, así que a la chica de facturación no le quedó más remedio que dejarle pasar con la mejor de sus sonrisas!!! A todo esto, él llevaba su maleta y una tienda de campaña para un montón de personas, de las grandes… y yo le añadí una maleta llena de material escolar, que tuvo que incluir dentro de la tienda como pudo!!!

Ya con la tranquilidad de que se iba, llamamos a María y le hicimos creer a la pobre que había vuelto a perder el vuelo… Pero mi día no acababa ahí, así que nos despedimos hasta dentro de un par de días, y como Speedy González fui a una oficina de correos a enviar urgente el visado de Miguel a Valencia, puesto que él también salía antes desde allí para poderse unir al resto en Madrid.

Al margen de todo este estrés y velocidad, aquí, la organización en persona que empezaba a dejar de serlo y descubrir que a veces es mejor adaptarse a lo que va surgiendo y ser capaz de improvisar, tenía prácticamente mi mochila preparada a falta de algún que otro detallito por comprar. Había ido separando todo lo que se me ocurría que me iba a tener que llevar, o lo que iba comprando, tipo relec, un frontal nuevo ya que el del año anterior era prestado, pilas, etc…en la cama de la habitación de al lado y ya sólo tenía que ponerme a rellenar.

movilY mientras, iba contestando a llamadas de madres nerviosas o con preparativos de última hora, a los mensajes de los voluntarios en el grupo que habíamos creado en facebook y donde expresábamos nuestros nervios y dudas sobre el peso de las maletas y el reparto de material que habíamos seguido recopilando, supervisaba que todos los papeles (fotocopias de pasaportes, seguros, etc…) estaban preparados, etc… No caí en liberar mi teléfono, así que Borja, otro de los voluntarios, me ofreció uno suyo para que me llevara (dato relevante de cara a la última noche de nuestra experiencia guineana).

Nadie de la Fundación podía venir a despedirnos al aeropuerto, así que en parte me sentía un poco sola manejando todos mis nervios… De repente me di cuenta de que otras 14 personas pasaban a depender de mí de alguna manera y que mi única persona de confianza (real) hasta el momento era ese Jaime que no hacía ni un año no era ni tan amigo, ni tan apoyo. Pero, pese a su hiperactividad desesperante y para sorpresa mía, hablar con él que ya estaba en Guinea me hizo tranquilizarme.

El domingo, a las 7.00am, estábamos todos en Barajas deseosos de poner rumbo a Guinea… pero, eso ya es parte del próximo capítulo!! 😉