Pluma Roja no se rinde

Yo soy FÉNIX.

Hace unos días le pregunté a una de mis primas: «Carloti, cuando de pequeños jugábamos a ser el Equipo A, ¿tú te acuerdas de quién era yo?» Y ella me respondió: FÉNIX.
En la serie de los 80, Fénix era el personaje ligón, el sex symbol del grupo. No sé muy bien porqué decidimos en aquella época que era el que más me pegaba a mí… a los hechos me remito, jajaja.

Pero la verdad es que hoy veo más claro que nunca porqué soy FÉNIX.
Quizás es una de esas señales que están ahí desde hace tiempo y las entiendes sólo cuando tienes que entenderlas. O quizás sea que yo soy más rebuscada y he querido unir un montón de ideas que no tenían nada que ver entre sí y darles un sentido.

Mi madre era una mujer muy niñera. Cuando jugaba con mis primos de pequeños y ellos se vestían de vaqueros, ella se ponía una pluma en la cabeza y hacía de india.
Su nombre era «pluma roja».
Años después pasó a utilizar ese nombre como contraseña entre nosotras. Era una clave entre madre e hija, y siempre me decía «Pluma roja no se rinde».
Creo que nunca me paré a pensar en que aquello tuviese un significado especial, simplemente formaba parte del juego y de la imaginación de mi madre. Algo que quedó en nuestra intimidad y a lo que nunca le he dado mayor importancia.

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Ahora, a mis 32 de repente me gustan los tatuajes. No grandes ni llamativos, pero me gustan, me fijo en los que llevan otras personas y me pregunto qué me tatuaría yo si me atreviese. Tendría que ser algo importante para mí, algo que me representase… pero ¿qué me representa a mí? ¿con qué símbolo me identifico?
Esta chorrada me ha hecho darle muchas más vueltas a la cabeza de las que nadie imaginaría… y hace unos meses, después de pasar una época un poco mala, me di cuenta de que si hay algo que me caracteriza es que SIEMPRE resurjo de mis cenizas.
Hay momentos en los que la vida me puede, me pierdo a mi misma hasta un punto en el que necesito «destruir» todo lo que me está pasando. Y después, en algún lugar, encuentro la fuerza para volver a empezar con más energía aún que la vez anterior.

¿Y cuál es el símbolo que representa ese «resurgir de las cenizas»? El ave FÉNIX, que curiosamente tiene las plumas rojas.

En China, el Fénix simboliza (entre otras cosas) el yin y el yang, esa dualidad que conforma todo lo existente en el universo.
Una dualidad que más de una persona me ha dicho que se ve en mí; en mi responsabilidad vs locura, mi orden y disciplina vs anarquía y espontaneidad, mi vena planificadora vs mi negación a pensar en futuro…

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Sin embargo, lo que más me gusta es el mito egipcio.
Cuenta que el ave Fénix era una criatura de fuego nacida bajo el árbol del bien y del mal que moría y renacía una vez cada 500 años. Entendía que cada cierto tiempo era necesario renovarse para adquirir mayor sabiduría y fortaleza. Para ello volaba por todo Egipto para construirse un nido con los elementos más bellos: ramas de canela, ramas de roble, nardos y mirra. Después, acomodado en su nido, entonaba una de las melodías más bellas que los egipcios habían escuchado jamás para seguidamente, dejar que las llamas lo consumieran por completo. Tres días más tarde, el ave Fénix renacía lleno de fuerza y poder. A continuación, cogía su nido y lo dejaba en el templo del Sol para iniciar así un nuevo ciclo con el que ofrecer inspiración al pueblo de Egipto.

A esto en psicología se le llama RESILIENCIA, que es la capacidad de hacer frente a una situación adversa y salir reforzado de ella.

Viktor Frankl, neuropsiquiatra, sobrevivió a la tortura de los campos de concentración. Tal y como él mismo explicó en muchos de sus libros, una experiencia traumática siempre es negativa, sin embargo, lo que suceda a partir de ella depende de cada persona. En nuestra mano está alzarnos de nuevo, cobrar vida una vez más a partir de nuestras cenizas o derrumbarnos.
Esta capacidad para recobrar el aliento y las ganas a partir de nuestras miserias y cristales rotos pasa primero por una fase «oscura», de dolor o de pérdida (incluso de uno mismo). Cuando atravesamos ese mal momento todos “morimos un poco”, dejamos ir una parte de nosotros mismos que se hace cenizas y ya no volverá, que nunca será igual.
Pero esas cenizas no se las lleva el viento. Forman parte de nosotros mismos para dar forma a un ser que renace del fuego mucho más fuerte, más grande, más sabio, más valiente… De sus propios restos emerge una versión mejor de sí mismo.

María Belón (protagonista de la historia real de «Lo imposible», superviviente junto a su familia del Tsunami de Tailandia) me enseñó un poema de Facundo Cabral que ya he compartido en alguna otra ocasión y también hace referencia a esto:
«Puedo ser fuerte como el hierro. Para templarlo lo bañan en agua helada. El hierro gime, se queja, parece que llorara. Pero después se convierte en martillo y en espada…”

Así que según la psicología, soy resiliente.

Pero yo prefiero decir que soy un FÉNIX y que aquella clave entre mi madre y yo en realidad era su gran enseñanza: «Pluma roja no se rinde»

Pd. Uno de mis actores favoritos es Joaquin PHOENIX, ¿formará parte de esta retorcida teoría mía? jajaja.
Ahí lo dejo…

2 comentarios sobre “Pluma Roja no se rinde

  1. Me encanta! siempre el Ave Fenix ha sido mi simbolo, el resurgir, el volver a empezar. Fue una de mis ideas de tatuaje durante mucho tiempo, y se que acabaré haciendomelo cuando encuentre el adecuado.
    Me ha encantado cómo lo sientes, cómo me has hecho visualizar mi propio sentimiento. Siempre emergentes! Siempre resurgiendo, readaptando y recomenzando. Siempre adelante!

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